Cuando el Congreso de los EEUU y la SEC comenzaron a investigar a los culpables de la crisis financiera que se desató a partir de 2007, pidieron ver los correos electrónicos de algunas agencias de calificación, las agencias de rating, y desde luego resultó ser una lectura espeluznante.
“Esperemos ser ricos y retirarnos antes de que este castillo de naipes se derrumbe”, decía uno enviado por un empleado de Standard & Poor’s en 2006. (información de Bloomberg).
Otro correo intercambiado por empleados de Moody’s parecía una frase de Dante. Este empleado se había dado cuenta de que los informes no estaban reflejando el riesgo de algunos productos financieros, es decir, estaban ocultando la realidad, y que esa incompetencia era debida a que “estamos vendiendo nuestra alma al diablo de los ingresos”. (información de The New York Times)
Resultaba que las agencias estaban dando matrícula de honor (AAA) a productos que estaban envenenados o eran basura.
Una de las informaciones de The New York Times afirmaba, por ejemplo, que un día de 2005 los ejecutivos de una empresa hipotecaria llena de basura financiera, Countrywide Financial, se reunieron muy enfadados con los representantes de Moody’s, (teóricamente la más prestigiosa de las agencias de calificación), porque les estaba calificando muy mal. Countrywide le obligó a reescribir otro guión. La agencia aceptó. Los calificadores mejoraron su opinión sobre los bonos.
¿Por qué lo hacían?
Porque las agencias habían cambiado de alma.
Hasta los años setenta, las agencias de rating entregaban sus informes a clientes que iban a invertir en compañías o países. Pero desde entonces, las agencias empezaron a cambiar de clientes. Ya no eran solo inversores sino que trabajaban también para las propias compañías a las que calificaban. Era como si un juez juzgara a la persona que le paga su salario todos los meses. ¿Le iba a condenar?
Como lo importante era mantener el negocio e incrementar los beneficios, las agencias ocultaron los marrones de sus clientes, y esa fue una de las razones por las cuales la crisis se detectó muy tarde.
Stephen W. Joynt, presidente y consejero delegado de Fitch en Nueva York, dijo entonces parte de la verdad: “No vimos la magnitud o la velocidad de la caída de la vivienda en Estados Unidos, ni tampoco los dramáticos cambios en las costumbres de los que pedían préstamos […]. Tampoco supimos valorar la aparición de hipotecas de mala calidad y el fraude entre 2005 y 2007″. (Bloomberg)
¿No lo vieron o no lo quisieron ver?
¿Y son esas mismas agencias las que ahora tienen en vilo a Europa y ahora incluso a EEUU?
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