sábado, 16 de julio de 2011

Mala leche

En más de una ocasión  se ha hablado sobre ciertos alimentos y lo perniciosos que en exceso son para el organismo. Yo mismo hablé del asunto de los hidratos de carbono y de los aditivos alimentarios. Es por esto que hoy voy a hablarles de la leche y sus derivados.

¿Se han dado cuenta que el hombre es el único animal que sigue tomando leche después del “destete”? ¿No le parece ilógico, contraproducente o antinatural?

La leche animal y sus derivados se encuentran actualmente entre los alimentos de mayor consumo del mundo. Aunque no siempre fue así: ¿no se ha preguntado nunca por qué existen culturas que desayunan carnes, huevos o cualquier otra cosa menos leche?

De común se habla inmensamente de sus propiedades nutritivas y lo imprescindibles que son para crecer sanos y fuertes. Pero, ¿es eso verdad o una vez más hemos sido engañados, siendo que estos productos no son precisamente salubres?

Si nos paramos a pensar, aunque sea brevemente – y aunque hoy día no esté en boga – llegaremos a una serie de interesantísimas conclusiones. Por ejemplo:
La leche que produce cada especie mamífera es única y está desarrollada específicamente para su especie en sí y no para otra, debido a que cada animal tiene su propia estructura biofísica y sobretodo metabólica.  Los nutrientes que la leche de cada especie productora puede contener han sido creados de una manera específica porque es lo que necesita su cría para desarrollarse.

Obviamente la composición de cada tipo de leche varía en función del animal, de la raza, del alimento que haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época del año y del sistema de ordeño, entre otras variables. Explicado de forma sencilla, y para que se haga una idea, tenga en cuenta lo siguiente: Una vaca posee 4 estómagos, ¿Cuántos posee usted? La edad de madurez de una vaca se alcanza a los 2 años y no siguen tomando leche. En los humanos se baraja que entre los 2 y los 7. ¿Por qué nosotros seguimos con la ingesta láctea? Por un factor netamente cultural.  Dicho de otro modo, porque nos lo dicen.

La mayoría de personas cree que tomar leche es nutritivo, de hecho los nutricionistas occidentales – que no otros, añado – la recomiendan para mantener la salud, sobre todo la de los huesos.

Millones de norteamericanos prácticamente la toman en lugar de agua. Sin embargo es precisamente en Estados Unidos, el mayor consumidor mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su población.

El principal componente de la leche es el agua. Su presunto interés nutritivo radica en que además contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas), glúcidos (lactosa, fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio).

Según los resultados del Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente  quedó demostrado – entre otras cosas – que la leche animal desmineraliza a los adultos. Comprobó que las mujeres que no tomaban leche por tomar arroz y vegetales, no padecían osteoporosis. Sin embargo, si introducían la leche en su dieta sus niveles de calcio bajaban y aumentaba la incidencia de esa patología. Insisto: ¿Se ha preguntado alguna vez porque existen culturas en las que se desayunan carnes y vegetales?

El trabajo del doctor William Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada, estableció que las personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios presentan los niveles más bajos de calcio en sangre. Agregando que tomar mucha leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas lácteas y éstas producen un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación de minerales alcalinos como lo es el Calcio.

Por otro lado, hay que hablar del principal componente de la leche: La caseína. Los valores de caseína encontrados en la leche – esta de vaca – son  aproximadamente el doble que la leche materna. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseínas de la leche materna… pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura. Esto provoca una solución saturada en la que la totalidad de la caseína no ha sido digerida. Siendo que la caseína se adhiere a los folículos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se utiliza como pegamento para papel o madera).

La leche humana contiene 45 gramos de lípidos por litro de los que el 55% son ácidos grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Teniendo, además, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios.

En cambio la leche de vaca  – la más consumida – contiene un 70% de ácidos grasos saturados y un 30% de poliinsaturados. Una estructura que favorece la formación de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios, en oposición a los antiinflamatorios de la leche humana.

La pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partículas no digeridas lo que inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y grasas saturadas en sangre. Además el contenido en colesterol de la leche es superior al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese elemento. De hecho algunos países ya han retirado la leche de la lista de alimentos fundamentales para la dieta porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar varios vasos de leche al día tienen sus arterias en peores condiciones que los que no la toman. Concretamente como un “fumador” – que  digo yo supuesto – con un estilo de vida sedentario.

En Estados Unidos, según su Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida diaria que ingieren los norteamericanos consiste en leche y/o productos lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio toma diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol. Y eso es tanto como ingerir ¡53 lonchas de beicon al día!

A tenor de lo expuesto son cada vez más las voces que alertan de la posible relación – directa o indirecta – entre el consumo de leche y las dolencias que se relacionan a continuación, que aunque es largo de leer considero necesario exponer para tener una idea aproximada de lo que hablo y porqué.

Estas afecciones son:

Anemia ferropénica. La mitad del resto de las anemias que se producen en Estados Unidos están relacionadas con el consumo de leche y sus derivados por los pequeños sangrados gastrointestinales que la leche suele provocar.

Artritis Reumatoidea y Osteoartritis. Está constatado que los complejos antígenos – anticuerpos generados por la leche – se depositan en las articulaciones provocando su inflamación y entumecimiento. Estudios realizados en la Universidad de Florida (Estados Unidos) confirman que los síntomas se agravan en pacientes con Artritis Reumatoidea que consumen leche. Por otro lado, en un artículo publicado en la revista Scandinavian Journal of Rheumatology se afirmaba que en personas afectadas de esa patología que dejaron de ingerir lácteos y tomaron sólo agua, té verde, frutas y zumos vegetales entre 7 y 10 días la inflamación y el dolor disminuyeron significativamente. Agregando que cuando alguno volvía a una dieta “lacto-ovo-vegetariana” los síntomas reaparecían.

Asma. Se sabe que la leche puede estimular la producción excesiva de mucosa en las vías respiratorias y que la alergia a la leche es causa de asma. Además está completamente demostrado que los niños con exceso de mucosidad y dificultades respiratorias a los que se les retira la leche de vaca mejoran de forma sorprendente.

Autismo. Investigadores italianos descubrieron que los síntomas neurológicos de los pacientes autistas empeoran cuando consumen leche en combinación con el trigo (el desayuno de los campeones, vaya). Se cree que los péptidos de la leche pudieran tener un efecto tóxico en el sistema nervioso central al interferir con los neurotransmisores. En sus investigaciones los doctores de la Universidad de Roma notaron una mejoría marcada en la conducta de esos enfermos tras dejar de ingerirla ocho semanas. En su sangre había altos niveles de anticuerpos contra la caseína, la lactoalbúmina y la betalactoglobulina.

Cáncer de estómago. Investigadores del Instituto Nacional de Salud Publica de Morelos (México) encontraron un aumento significativo del riesgo de contraer cáncer de estómago en pacientes que consumían productos lácteos.

Cáncer de mama. La leche está considerada por muchos expertos causa directa de este “tipo” de cáncer. Un dato adicional es que: una de cada 10.000 mujeres muere de cáncer de mama en China (donde no está generalizada la ingesta láctea), mientras que sólo en el Reino Unido las cifras oficiales hablan de una de cada 12.

Cáncer de ovarios. La galactosa – uno de los azúcares de la leche – se  ha relacionado también con el cáncer de ovarios. Algunos investigadores consideran que las mujeres que beben más de un vaso de leche entera al día tienen tres veces más probabilidades de contraer cáncer de ovarios que las que no lo ingieren.

Cáncer de próstata. Un estudio presentado hace más de veinte años en una reunión de la American Association of Cancer Research en San Francisco y publicado en Oncology News ya revelaba, según el doctor Chan (epidemiólogo de la Universidad de Harvard): El consumo de leche y sus derivados está asociado con un incremento del riesgo de cáncer de próstata en los hombres. Explicando que ello se puede deber a que el alto contenido de calcio de la leche hace disminuir la cantidad de vitamina D del cuerpo, encargada de proteger del cáncer de próstata.

Epidemiólogos italianos del Aviano Cancer Center calcularon ese aumento del riesgo y establecieron que es 1,2 veces mayor entre quienes beben de 1 a 2 vasos de leche diaria que entre los que no la consumen. Sin embargo, si se toman dos o más vasos de leche al día el nivel de riesgo de padecer ese cáncer se multiplica por 5.

Cáncer de pulmón. Investigadores holandeses concluyeron en 1989 que las personas que toman tres o más vasos de leche diaria tienen dos veces más probabilidad de desarrollar cáncer de pulmón que los que no la toman.

Se ha documentado que existe relación directa entre la hormona somatotropina y el cáncer de pulmón, y entre éste y las dioxinas que contaminan la leche.

Cáncer de testículos. Investigadores británicos descubrieron que también hay relación entre el cáncer testicular y el consumo de leche. El riesgo encontrado fue 7,19 veces mayor que en la población general y aumenta en un 1,39 por cada litro de leche adicional que se consume.

Cataratas. Hay una creciente evidencia de la relación entre el consumo de leche y las cataratas. Según diversos estudios científicos las poblaciones humanas que consumen grandes cantidades de productos lácteos tienen mayor incidencia de cataratas que aquellos que los evitan. Este defecto se ha relacionado con la lactosa y la galactosa. Siendo la relación más evidente entre la mujeres que entre los hombres. El tipo más frecuentemente es la catarata cortical.

Diabetes Mellitus Tipo I. Diferentes investigaciones demuestran que los lactantes alimentados con leche de vaca presentan un mayor riesgo de padecer diabetes insulinodependiente – conocida como diabetes tipo I – desde su niñez.

Un estudio publicado en la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra identifica la leche como: “elemento responsable o factor desencadenante en algunas personas genéticamente sensibles”. Los médicos que realizaron la investigación descubrieron que los diabéticos analizados tenían unos niveles de anticuerpos más altos de lo normal que reaccionaban con una proteína de la leche llamada suero de albúmina bovina, atacándola como invasora y destruyéndola. Como añadido diré que una sección de esa proteína es casi idéntica a una proteína de la superficie de las células productoras de insulina por lo cual, según afirman, las defensas de las personas sensibles a ella terminan atacando a sus propias células causando así su destrucción y por ende su patología.

Enfermedades coronarias. Numerosos investigadores relacionan algunos componentes de la leche -el colesterol, las grasas, su alto contenido en calcio, la presencia de xantina oxidasa, etc.- con este tipo de dolencias. En el caso de la enzima bovina xantina oxidasa se sabe que sólo causa problemas cuando la leche es homogeneizada y que su daño se centra en los vasos sanguíneos. La posible explicación está en que esta enzima atravesaría intacta las paredes intestinales, se trasladaría a través de la sangre y destruiría el masmógeno, uno de los componentes de las membranas de las células que forman el tejido cardiaco. Uno de esos investigadores es el doctor Kurt Oster, jefe del servicio de Cardiología del Hospital Park City en Bridgeport (Estados Unidos). Durante un periodo de casi cuatro años Oster estudió a 75 pacientes que sufrían angina de pecho y arteriosclerosis. Pues bien, se eliminó la leche de sus dietas y se les dio ácido fólico y vitamina C – ambas combaten la xantina oxidasa – y en todos los casos el dolor remitió, para luego desaparecer.

Estreñimiento. La leche es causa conocida de estreñimiento en niños y ancianos. Su eliminación de la dieta y un mayor consumo de vegetales y fibra suele resolver ese problema. Asimismo, tanto el estreñimiento crónico como las lesiones perianales se han asociado con una clara intolerancia a la leche de vaca.

Fatiga crónica. Según un estudio realizado con niños en Rochester (Nueva York) en 1991 beber leche aumenta 44,3 veces el riesgo de padecer esta enfermedad.

Incontinencia urinaria. Muchos niños que mojan las sábanas ya crecidos dejan de hacerlo en cuanto eliminan de su dieta la leche, los productos que la contienen y los derivados lácteos.

Intolerancia a la lactosa. Para poder ser utilizada por nuestro organismo este azúcar de la leche debe ser previamente hidrolizado y eso se consigue gracias a una enzima llamada lactasa que va desapareciendo lentamente cuando comienzan a salirnos los dientes (aunque parece ser que en la raza blanca la lactasa permanece durante más tiempo que en la raza negra). Algo que podría deberse a la relación existente entre la melanina y la lactasa. Las personas que viven en lugares fríos tendrían por eso la piel más blanca a fin de aprovechar al máximo las radiaciones solares y sintetizar vitamina D para fijar el calcio.

Se ha observado también que en la mayoría de las personas que no producen lactasa o lo hacen a niveles muy bajos la lactosa no hidrolizada pasa al intestino donde es atacada por las bacterias y las consecuencias son fermentaciones, meteorismo, cólicos, diarreas, etc. Todo lo cual provoca la irritación de las paredes del intestino e incluso microheridas con pérdida de sangre. Y si esas pequeñas hemorragias se producen de forma continuada acaban provocando deficiencias de hierro.

Linfomas. Un estudio realizado en la Universidad de Bergen (Noruega) durante año y medio con casi 16.000 pacientes observó que las personas que consumen dos vasos de leche al día presentan un riesgo 3,4 veces mayor de padecer linfomas que los que beben menos. El mecanismo por el cual eso se produce todavía no está claro.

Migraña. Se ha comprobado experimentalmente que cuando se suprime la leche de la dieta de pacientes afectos de migraña se reducen significativamente sus síntomas o dejan de padecerlas.

Oídos, garganta y sinusitis. En 1994 la revista Natural Health publicaba una serie de hallazgos que relacionan a la leche con el aumento de las infecciones de los oídos y la garganta. Los estudios demostraron que las amígdalas y las adenoides reducían su tamaño cuando se limitaba el consumo de leche, cosa que de haberse sabido en 1983 hubiera evitado una más que innecesaria intervención quirúrgica (la mía, verbigracia).

Reacciones alérgicas. La alergia a las proteínas de la leche de vaca se ha definido como “cualquier reacción adversa mediada por los mecanismos inmunológicos a una o más de las proteínas de la leche (caseína, alfa lacto-albúmina, betalactoglobulina)”.

Sangrado gastrointestinal. El sangrado gastrointestinal secundario a la intolerancia a las proteínas de la leche de vaca en niños ha sido adecuadamente documentado. Tan serio es el sangrado que se le coloca como una de las causas más comunes de anemia en niños.

Síndrome de mala absorción. Investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia) han comprobado la relación entre las proteínas de la leche y el daño a la mucosa intestinal. Este daño es el responsable del síndrome de mala absorción que se caracteriza por diarreas crónicas, vómitos y retardo del crecimiento.

Trastornos del sueño. Estudios realizados en la Universidad Free de Bruselas entre los años 1986 y 1988 confirmaron la relación entre el consumo de leche y los trastornos del sueño en los niños. Este y otros estudios han hallado relación entre la alergia a la leche y los problemas para dormir. Todos los síntomas mejoraban cuando se excluía la leche de la dieta y empeoraban cuando era reintroducida. El tiempo promedio para notar la mejoría era de cinco semanas. La agitación propia que manifestaban esos niños también mejoró.

Úlceras pépticas. En el pasado se aconsejaba tomar leche a las personas que padecían problemas estomacales, en especial en caso de úlceras. En la actualidad esa práctica se desaconseja por considerarse peligrosa y porque se sabe que la leche y sus derivados agravan todos los síntomas. El alivio temporal que sentían esos pacientes se podía deber simplemente al hecho de que normalmente la leche se tomaba fría y era la temperatura del líquido lo que hacía mejorar la situación transitoriamente.

Además de las expuestas existen otras situaciones y dolencias que se relacionan con la ingesta de leche. Por ejemplo la acidosis láctica severa asociada a la alergia a la leche de vaca, el aumento del riesgo de preeclampsia en mujeres sensibles, la dificultad de aprendizaje en niños o el exceso de estrógenos que debido a la alimentación de la res se ingiere con cada trago de leche.

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