miércoles, 1 de junio de 2011

En pocos años crearemos nuestra lluvia.

El proyecto, en un principio, está pensado para aplicarse a zonas de clima subtropical como por ejemplo España principalmente durante el verano, para solucionar problemas de desertificación eludiendo propuestas tan polémicas como son los trasvases y las desalinizaciones del agua del mar. Otra posibilidad sería el uso de esta tecnología en caso de sequías prolongadas (que en el caso particular de España han llegado durar siete años).

El experimento en sí comenzará en Israel cómo no apuntándose a España como un posible candidato.

He de decir a este respecto que por ejemplo China, ya practica con cierta tecnología aunque de una forma, digamos, inconveniente. Si bien, son capaces de hacer caer agua del cielo (cosa no muy difícil, añado), junto con las gotas del tan preciado líquido caen otra serie de cosas menos preciosas e incluso despreciables, ya que su sistema se basa en la inclusión de elementos extraños, por ejemplo metales, mediante el uso de cohetes o el empleo de avionetas que rocían la zona.
Condiciones indispensables para el buen fin del proyecto, es que la ubicación de las zonas que se deseen irrigar sea cercana a zonas con altos niveles de humedad por su situación cercana al mar, cuencas de ríos y demás accidentes geográficos con alta densidad de vapor de agua. Es el proyecto que el especialista en modelado atmosférico de la NASA, León Brenig, presentase en los cursos de verano de la Universidad Rey Juan Carlos, Madrid, bajo el título “Geshem” (lluvia en hebreo).

El sistema que provoca esta “lluvia artificial” está basado en las denominadas “islas de calor”, que podríamos definir como regiones de una determinada superficie con una temperatura significativamente superior a la de sus alrededores.

Aún en proceso de desarrollo, el proyecto “Geshem” intentará simular el fenómeno de la isla de calor mediante la colocación de una película de color oscuro de baja reflexión en una superficie de dos kilómetros cuadrados. Esta superficie será capaz de alcanzar altas temperaturas y así favorecer la dilatación del aire y del vapor de agua que contiene. El vapor asciende rápidamente al mismo tiempo que se va enfriando, condensándose y precipitándose de nuevo a tierra, a cierta distancia del artilugio.

Según tengo entendido, la primera prueba se realizará en el desierto del Neguev en Israel a 150 kilómetros de la costa una vez se disponga del material necesario (biodegradable y barato).

El proceso de investigación en el que se encuentran involucrados la NASA en E.E.U.U., la Universidad Libre de Bruselas, en Bélgica, y la de Ben Gurión, en Israel, junto a la empresa de material agrícola Ecotex, que tienen previsto realizar una primera prueba en Israel el año que viene  se puede prolongar hasta cinco años no estimándose consecuencias negativas para el medio ambiente resolviendo, en principio (que yo no creo que sea cosa buena quitar de aquí para poner allí o que la susodicha “placa” sólo irradie aire caliente hacia arriba, ya que en principio esta irradiación se daría en todas direcciones), los problemas de flora y fauna que los trasvases y las desalinizaciones provocan.

                                            

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